domingo, 25 de agosto de 2013

Un día lejos del paraíso






III

En contadas ocasiones su padre se había instalado por más de un mes junto a toda la familia, pero cuando Estela acababa de cumplir veinte años se determinó que era hora de buscar que alguien más se encargara de ella.

Con el paso de los años, y mientras Estela se transformaba en mujer, su padre se había vuelto más huraño. El conseguir el heredero varón no fue difícil, pero ¿en qué clase de persona se puede convertir un niño cuando su tendencia natural al desprecio, despreocupación y crueldad hacia el resto de las personas nunca se corrigen?, la vida se encargaría de hacerle pagar sus errores: de la niña que una vez abandonara, prácticamente a su suerte, iba a recibir atenciones que no merecía en medida alguna; mientras que de su hijo, en el que había concentrado todos sus cuidados, recibiría una decepción tras otra.

Avalado por su madre, Cristian, se había convertido en una persona egoísta, cuya preocupación hacia los demás se limitaba al provecho que, relacionarse con ellos, podía significar para él. El despilfarro se sumaría como una característica añadida con los años; los excesos en su vida, muy pronto, se convertirían en una constante. Las regulares noches de juerga no solo dejarían una marca en su cuerpo, sino que también afectarían el bolsillo de su padre.

Las hermanas en su etapa infantil solían corretear de un lado a otro sin importarles o sin haber tomado conciencia de la opinión de su madre, o del trato de su padre, hacia Estela. Pero al hecho de que dos de ellas ya habían decidido abandonar la niñez, con diecisiete y quince años cada una, les dio la suficiente razón para darse cuenta de la situación poco ventajosa de su hermana con respecto a ellas. Durante su última visita tuvieron la precaución de hacérselo saber; dejando en claro la importancia que cada una merecía.

Si Estela llegó a percatarse de aquellas diferencias, no podría precisarse por ahora, pues ella estaba dedicada a disfrutar de la compañía que aquel particular año le entregaba. Su padre, mostraba un interés poco usual en conocer sus avances en los estudios de piano y pintura, a los que le dedicaba un tiempo especial; así como su opinión respecto a diferentes temas. Incluso cuando ella se atrevió a hablar de asuntos en los que no le competía dar su opinión, él guardó silencio. Sin escuchar alguna queja de su parte, su corazón dio un salto de alegría por el avance en su relación. A razón de la verdad, su padre debía admitir que Estela se había vuelto una mujer bastante juiciosa para haber crecido aislada de la familia que él le había negado; se desenvolvía con soltura, opinaba con fundamentos, aunque extraños en una mujer, bastante certeros, y su belleza casi se podía comparar con la de su amada Esther; hecho que no dejaba de llamar su atención y le inquietaba, pues hasta entonces no se había percatado de todos sus intentos por mantenerse alejado de la persona que le había robado el amor y que al fin de cuentas era, a la vez, el único recuerdo, la prueba de que alguna vez había sido feliz.       

Casi al final del verano se determinó que Estela les acompañaría a la cuidad. La expectación y el nerviosismo por conocer todo aquello de lo que tantas veces había oído hablar le quitó el sueño esa cálida noche de verano, la última que quizás disfrutaría desde la inocencia de un corazón que aún no se ha dado cuenta de la maldad que rodea el mundo y, que tampoco ha visto aquellos rayos de esperanza que surgen desde la más absoluta oscuridad.

Continuará…

De regreso...




¡Hola a todos! Espero que se encuentren bien. Luego de haber desaparecido por varios meses de la blogosfera aquí estoy. Debo reconocer que les extrañaba, porque no solo dejé de publicar sino que también ya casi no visitaba ninguno de los blogs que tanto me gustan, y por las vueltas que anduve dando en varios de ellos tendré mucho para entretenerme; lo que no está claro es cuándo terminaré, porque en realidad es bastante. ¡Ay, cómo pasa el tiempo!, y aunque se nos olvide o, por momentos, no tomemos conciencia de él su paso es inexorable.

No puedo decir que durante este tiempo me dediqué a escribir (aunque lo intenté y algunas cosas salieron por ahí); y es que llegó un punto en que no lo conseguí por más que lo intenté, entrampé las historias. Mucha agua tuvo que pasar para que pudiera retomar lo que tanto me gusta. Con ciertas cosas el tiempo resulta algo extraño y toda esta situación lo fue con certeza; mientras más tiempo dejaba pasar, el temor de volver, más me alejaba. Tantos pendientes que dejé, tantos proyectos que rondaban mi mente, por lo que finalmente sentí vergüenza de regresar, así sin más.

Y, bueno, como la vida es un proceso continuo y con cada experiencia se aprende, les contaré que mis estudios van muy bien (me he sorprendido a mí misma, jajaja), he tenido bastante tiempo para leer (lo que agradezco mucho, aunque ahí van incluidos temas académicos, ahora me encanta el humor de los contadores, después de todo no somos tan fomes), he retomado amistades (agradezco a mis amigas por todo su cariño y el que me permitan compartir con ellas nuevamente; he de confesar que mis sobrinitas, sus hijas, son preciosas), y con todo esto del blog aprendí a no dar tantas vueltas a lo que se quiere hacer (en algunos casos los planes no sirven; de vez en cuando desordenarse hace bien).

Trataré, y esto sin ánimo de prometer, de actualizar con regularidad los blogs, (recuerden que administro tres), espero que puedan darse el tiempo de pasar a visitarme. Ahora me dispongo a programar las entradas para mis blogs y, por supuesto, a pasar por los suyos (no sé bien si dejaré un comentario por cada entrada que vea en sus blogs, lo que es seguro, aunque lento, es que pasaré a visitarles para tratar de ponerme al día).

¡Oh, cuánto les extrañaba!

Un beso.