jueves, 26 de febrero de 2015

Un día lejos del paraíso

VIII


Con el despertar creciente de la vida humana en Gabriel se encendió una alarma. Hasta ese instante muchos en el cielo habían pasado por alto varias circunstancias de la transformación del ángel. No se había tenido en cuenta la verdadera razón y que era desde todo punto de vista fundamental: Gabriel, jamás había sido un ángel guardián; y por primera vez y a la luz de las nuevas circunstancias, deberían intervenir de manera directa en la vida de un humano.

El arribo del padre de Estela al fundo no era casualidad. Movido por extrañas circunstancias, Juan, no logró quitar de su cabeza la curiosa proposición que Mario había expuesto no solo por la culpa. Éste último, desde la entrevista tan inapropiada con Estela no había conseguido sacar de sus pensamientos a la mayor de las Fuentealba, necesitaba disipar sus dudas y no había encontrado mejor manera que solicitando permiso para entablar relación con ella de manera oficial. Por esa razón se había dirigido al padre, ocultando, claro, todo lo acontecido en la biblioteca. Cristian, como buen culpable se había sumado al viaje para evitar ser descubierto. Desde que su amigo manifestara la intención de cortejar a Estela, Cristian, había presentado un cambio radical en su comportamiento; hizo notar y expresó la creciente necesidad de mantenerse con los pies en la tierra y abandonar su disipada vida en la capital para formar parte del grupo que se dirigía a Los Coihues. El camino que, en más de una ocasión, presentó dificultades por el exceso de agua en las siembras formando charcos de lodo difíciles de traspasar, no fue agradable para los viajantes; sobre todo para los más jóvenes que ansiaban llegar con prontitud.

Pedir que aquella escena de la biblioteca fuese un secreto y en lo posible hacer de cuentas que nunca ocurrió era el pensamiento que rondó todo el camino a Mario. Contempló con agrado la posibilidad de recibir el perdón de Estela una vez que ella viera lo arrepentido que se encontraba. En ningún caso, cruzó por su mente el amargo recuerdo que guardó de inmediato al bajar del carruaje. Ver a Estela llegar por uno de los costados de la casa, y contemplar lo radiante que se encontraba al ser acompañada por otro hombre arrebató en un segundo su esperanza y cada uno de los planes que había imaginado con precisión.



Frente a un cuadro tan complejo, parte de la solución se presentaba al cielo; en algún punto el equilibrio había desaparecido y no fue en el momento que Gabriel se transformó en humano. Todo lo que ocurrió después no fue más que la consecuencia de haber permitido que Estela viviera. Con la vida que a ella se le otorgó no existía más alternativa que acompañarla con un ser inmortal. Finalmente, las piezas habían sido puestas de manera tan sutil que ninguno de los presentes barajaba la posibilidad de ser usado en un juego que no les pertenecía. 

1 comentario:

  1. Buen escrito (y) me pondré al dia con tus blogs ya que los acabo de ver. Te invito a pasar por el mio cuando desees ;)

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