jueves, 30 de octubre de 2014

Un día lejos del paraíso



VI
        
El desconcierto de Gabriel frente a su nueva condición de fragilidad quedó de lado al comprender lo que encerraba el sentimiento que Estela acababa de revelar. Muchas veces, como ángel, trató de explicar lo que sucedía con él, pero le fue imposible. Poco tiempo le bastó para comprender que un beneficio de ser humano era sentir. Ellos podían hacerlo sin vergüenza, sin temor, pues era su naturaleza; una naturaleza que, por alguna extraña razón, se aferraba a él desde siempre.

En su interior, a pesar de la multitud de sentimientos que se presentaban, sentía una satisfacción que como ángel jamás se le había permitido tener. Una plenitud que lo llenaba de gozo y abrumaba al mismo tiempo al reconocer que ya no sería un mero observador sino que podría participar de cada situación que la vida le permitiera vivir. 

Con perplejidad Estela trató de acercarse a él. La costumbre que tenía de hablar sin pronunciar palabras en ese momento no ayudaba en su comunicación, y al escuchar, en un tono divertido por parte de Gabriel, que él no era ningún adivino y que de ahí en adelante tendrían que comunicarse como lo hacía el resto del mundo, no pudo evitar suspirar como si quisiera llorar. Por un instante, su cabeza se llenó de preocupación. Qué había hecho, contempló que había condenado a Gabriel a una vida que no le pertenecía solo por egoísmo. Con ideas tan alejadas a la de su ángel le tomó por sorpresa que él se acercara para abrazarla, atribuyéndole, además, la felicidad que podía sentir. 


Contar con la compañía de Gabriel fue la compensación a todo lo que ella había dejado atrás desde el inicio de su viaje, con pesar cruzó la idea que no hace mucho era igual a él. La vida le había permitido contemplar lo que sucedía fuera. Que las personas, en su mayoría, no eran impulsadas por la bondad; pensó en la ingenuidad y el desconocimiento, y en cómo nadie se detenía a pensar en las consecuencias de sus actos. Aunque no por ello era menos feliz. Su mano sostenida por la de Gabriel la alentaba a mirar el futuro con optimismo. Finalmente, encontrar la compañía que determina el curso de las vidas, es un privilegio al que no todos pueden acceder desde una primera vez.

lunes, 13 de octubre de 2014

Letras Impresas: El niño que enloqueció de amor



“¿Habéis oído cantar un pájaro en la noche?
  
Suele ocurrir que un rayo de luna, un rayo levemente dorado, derramándose, derramándose por entre el misterio del follaje, alcanza la rama donde se acurruca el avecita dormida, y la despierta. No es el alba, como imagina el ave. Pero… ella canta.

Luego, si el avecilla es lo que se llama un equilibrado y fuerte pajarito, descubre su engaño, hunde otra vez el pico en la tibieza de las plumas y se vuelve a dormir.

No obstante, avecitas hay, inquietas y frágiles, para quienes el rayo de luna tiene un poder de sortilegio. Y tras de cantar, saltan aturdidas y vuelan… Solo que, como no es el día el que llegó, se pierden pronto en la oscuridad, o se ahogan en un lago iluminado por el pálido rayo de oro, o se rompen el pecho contra las espinas del mismo rosal florido que, horas después, pudo escucharles sus mejores trinos y encender sus más delirantes alegrías.

¿Cuál es el rayo venenoso que despierta algunas almas en la noche, les roba el amanecer y las ahoga en una existencia de tinieblas?”

Un inicio de lo más poético es el que da Eduardo Barrios (1884-1963) a esta novela breve. No sé si a ustedes les pasó que al leer: el corazón se les detuvo y una extraña sensación recorrió cada fibra de su ser; lo que acabo de detallar fue exactamente lo que sucedió conmigo y es extraño porque soy bastante negada para este tipo de sensaciones, sentimientos, reacciones o, como quiera que se llamen.

Hace un tiempo que venía escuchando opiniones sobre El niño que enloqueció de amor. Confieso que leí bastante tiempo atrás el libro, cuando era de lectura obligada en el colegio y, la mente, por lo menos la mía, no estaba preparada para apreciar las letras como lo hace hoy.

Aunque fue publicada en marzo de 1915, esta novela no se deja envolver por el paso del tiempo (lo que no puedo decir de la versión que poseo; que está en roneo y atacada por generaciones pasadas). Del título y comienzo que nos regala el autor se puede desprender una parte de su belleza; así que confiando en que será una sorpresa o, un grato recuerdo, les recomiendo esta lectura; que, en lo personal, aportó con ambas.

domingo, 12 de octubre de 2014

Hola, me gustaría saber que se encuentran bien. El día domingo es, por lo general, de descanso; aunque en muchas ocasiones es el más ajetreado debido a que junta todos los pendientes personales de la semana con la tendencia universal de reunirse. 

Por mi parte, frente a la extraña costumbre que tengo de despertar temprano (me refiero a lo poco grato que resulta en domingo) me he puesto como meta publicar algo en el blog.

Quizás, cuando aparezca sea bastante tarde. Y es que desde un tiempo a esta parte me he vuelto indecisa con respecto a lo que escribo. No sé la razón exacta, pero me cuesta avanzar en los relatos que tengo pendientes; y corregirlos cada vez que los leo no es el mejor de los aportes a la causa.

Bien, alejando las excusas, deseo contarles que una curiosa idea me rondaba, puede ser de lo menos original, pero ha contribuido a que mi cabeza se despeje (por lo menos la primera vez que la llevé a cabo).

Para alguien que escribe, la vida, sería nada si no lee; y mucho menos si la afición de hacerlo nace del simple y maravilloso acto de tomar un libro. En lo particular, debo decir que conmigo sucedió así, aunque en un principio no me diese cuenta y atribuí a otras causas mi deseo. No leer es empobrecerse. Después de todo (leer) es el mejor camino para mejorar.



Tomar la decisión de crear un espacio donde compartir la impresión que algunos libros han dejado en mí no fue fácil. Apartar el miedo a los errores que pudiera cometer al transitar un camino complejo me llevaron a dudar; sin embargo, quiero arriesgarme y probar.


LETRAS IMPRESAS, es el nombre que ha tomado el recurso que, en cierta medida, me permite seguir soñando.

Alejada la intención de restarle importancia a lo declarado, quiero dejar extendida la invitación para la siguiente entrada con la que se iniciará esta sección. Les adelanto que se trata un autor chileno.

Como sea del gusto de cada quien, nos vemos o leemos mañana.

Saludos.