La permanente sensación
de ser observada me llevó a levantar la vista y averiguar de quién se
trataba, la idea no me satisfacía. Llevaba mucho tiempo cuidándome para no ser
reconocida, pero por un instante mi curiosidad fue mayor. El escalofrío que
recorría mi espalda gatilló mi decisión, no podía definir si era buena o mala,
lo que estaba claro era la evidente reacción de mi cuerpo.
Para cuando
localicé al portador de aquella mirada contuve mi aliento por unos instantes y
deseé que el tiempo se detuviera para siempre. Llevaba tantos años esperando
volver a encontrar a la única persona que fui capaz de amar, pero mi cuerpo no
respondía al impulso de correr hacia él. Estaba paralizada. Sabía que debía
reaccionar pronto, porque en cualquier momento podría desaparecer, como en una
de las tantas visiones que venían de vez en cuando a recordarme el gran error
de rechazarle.
No sé bien el
porqué de la decisión que tomé aquel día. Nunca, me había considerado una
persona que albergara sentimientos importantes hacia otro ser humano que no
fuera yo misma. El alto concepto que tenía, en todo lo que a mí se refería, me
había convertido en una jovencita caprichosa y banal; siempre rodeada de personas dispuestas a cumplir todos
y cada uno de mis deseos; ni siquiera mi padre, quien se encargaba de hacerlos
cumplir poseyó un lugar en mi corazón, como lo tuvo Ángel.
Por aquel
tiempo, mis paseos en el bosque eran frecuentes y mi gusto por la tranquilidad,
que proporcionaban a mi alma, era significativo, pues desde la muerte de mamá mi
inquietud al percatarme de que no era capaz de sentir ni un poco de tristeza
por lo sucedido comenzó a preocuparme. Cuando recuerdo esto me doy cuenta de mi
egoísmo, pues los sentimientos que me movían eran principalmente por mí. Fue
precisamente en uno de esos paseos que le conocí.
Llevaba media
hora sentada frente al lago cuando el sonido que producían las ramas al
romperse me avisó que alguien se aproximaba. Mi primera reacción fue esconderme,
pero dónde hacerlo; era evidente por la cercanía que no tendría tiempo para
ello. Decidí entonces mostrarme indiferente ante cualquier persona que
apareciera y comencé a caminar por la orilla. De pronto una voz me detuvo —Señorita,
espere por favor—. Haciendo caso omiso ante aquella
petición apresuré mi andar, entonces, escuché como los pasos de esa persona se
aceleraban y se detenían a mi espalda.
—Perdone usted—
me dijo—creo
que esto le pertenece—, y pasó el pañuelo junto a mí,
posicionándolo justo enfrente; sin que hasta ese entonces yo me volteara.
—Gracias— fue mi breve respuesta, pero en un
acto que me molestó muchísimo cortó mi paso.
—Por lo menos debería mirarme a la cara—dijo,
cuando se percató de que yo no levantaba la mirada y, aunque él se encontraba
muy cerca mantuve la vista en el suelo.
Su
impertinencia me molestó. Desde el instante en que se atrevió a llamarme
determiné no hacer caso a su llamado, pero luego, ¿correr para alcanzarme
y finalmente atreverse a desafiarme?
colmó mi paciencia por completo; y, en un acto de completo descontrol le empuje;
para que dejara libre el paso que había trazado en mi imaginación. Para mi
sorpresa las carcajadas que dejé tras mis pasos hicieron que volviera sobre ellos.
— ¿Qué le
produce tanta gracia?—dije con indignación, al ver como aquel hombre no
interrumpía su entretención estando yo frente a él.
— Discúlpeme—
dijo al pasar de los minutos—, lo que sucede es que nunca me habían agradecido
de una manera tan particular un favor.
— ¿Qué importancia puede tener un pañuelo?—dije,
desconcertada por lo ocurrido—. Debería respetar los deseos de una
dama. Además, no sé qué hace aquí en la
propiedad de mi padre. Váyase antes que comience a gritar y lo saquen a la fuerza.
— No se preocupe—dijo,
mientras se inclinaba ante mí con aire burlón—, pero
permítame presentarme. Mi nombre es Ángel, soy invitado de su padre y, creo que
tendrá que soportar mi presencia por unas semanas; precisamente, por petición
de él he venido a buscarla, pero usted con esa actitud tan descortés ha hecho
que pierda mi tiempo.
Nunca entendí muy bien ¿por qué mi padre envió
por mí en esa oportunidad? si él conocía de sobra que yo prefería pasear hasta
muy entrada la tarde, incluso existían ocasiones en las que llegaba al
anochecer.
La cena aquel
día no fue agradable para mí. Tuve que soportar a mi lado al invitado de papá,
quien frecuentemente me dirigía la palabra. Supuse que esa era la manera que tenía
de vengarse por mi comportamiento cuando nos conocimos; lo que efectivamente supe
unos días después. Sí, todo lo hizo sabiendo de mi desagrado por él hasta ese
entonces. Mi padre, en cambio parecía disfrutar de la velada, hacía tantos
meses que no le veía así, la muerte de mamá le había sumido en un profundo
estado de tristeza; él, siempre fue un hombre amoroso y dedicado a su familia;
en muchas ocasiones me pregunto ¿cómo estará?
Continuará…